Un Ejemplo Práctico
En la práctica, esto quiere decir que, por ejemplo, cuando estamos en una habitación, frente a una ventana y es de día, el ojo humano ve perfectamente bien lo que hay fuera de la ventana y lo que hay dentro de la habitación. Por eso cogemos la cámara y hacemos una foto de la habitación pensando que va a salir lo mismo que vemos, pero para nuestra sorpresa, el exterior está totalmente quemado ¿Porqué? Porque el contraste (la diferencia entre el valor de luminosidad máximo y mínimo) es tan elevado que el sensor CCD no es capaz de registrar ambos extremos. Lo que hará la cámara fotográfica -según qué combinación de diafragma y velocidad de obturación fijemos- es abarcar las luces, en cuyo caso se verá bien lo que hay fuera de la habitación pero el interior se verá muy oscuro, o bien se verá bien el interior de la habitación pero el exterior se verá blanco. ¿La solución? Como es largo de explicar, prometo escribirlo en un próximo artículo.
Acumular Luz
Sin embargo hay un aspecto en el que una cámara digital supera al ojo humano: acumular luz. El ojo humano tiene una velocidad de obturación de aproximadamente una centésima de segundo. Una cámara digital puede tener el obturador abierto durante minutos o incluso horas. De esta forma, acumula luz, algo que el ojo humano no puede hacer.
Y esto nos lleva a un tema fascinante: la Astrofotografía. Con exposiciones largas -a menudo horas- somos capaces de ver objetos astronómicos que es imposible ver con el ojo humano, ni siquiera con el telescopio más grande que exista. ¿Porqué? Pues porque la cámara ha podido acumular suficientes fotones para formar una imagen que de otra forma es invisible a nuestros ojos.
Estos son sólo dos ejemplos que diferencian al ojo humano -una máquina prodigiosa- frente a una cámara digital. Volveré sobre este tema con un artículo sobre las diferencias entre ambos. Mientras tanto, si os apetece, podeis ver algunas de mis astrofotografías.